27/7/10

Tu padre es tu padre

Tu padre es tu padre. Siempre que te sentabas junto a él, hablabais a trompicones: él jamás descubría su herida ante su hijo, y tú no sabías cómo ocultarle la lástima que te daba. Heredaste su herida. Un lejano verano, en la lejana azotea de una casa de barro, entre estertores, tu padre os dijo: No puedo seguir dándoos estudios a los tres. He caído enfermo. Uno de vosotros ha de dejar la escuela y ayudarme, mi espalda ya no puede cargar ella sola con la piedra. A cual más noble, os peleasteis y gritasteis a la vez: ¡Yo! Las lágrimas de tu padre corrieron a la vista de todos, y os echasteis a llorar con él y por él. De repente dijo: No. Ninguno. Esa noche hubo luna nueva, y cada uno de vosotros abrazó su pequeño sueño con sumo cuidado y se durmió.

Sobre la tumba de tu padre, que dormía en el seno de su padre, recitaste la Fátiha.* Y dijiste: Ha venido un gorrión. Tu padre murió de una insolación mientras cumplía con la peregrinación a La Meca. Y tú, ahora, después de la peregrinación a la tumba de tu padre, te dispones a morir. No es de insolación de lo que mueres, es primavera, mueres de ¡inlunación!

La imaginación se desploma desde lo alto, rueda como una castaña caída de los árboles en la carretera que conduce a Acre, y desaparece entre los coches del atasco. La imaginación es un desfile vertical de imágenes de un instante preñado de lo conocido que el inconsciente conduce a lo desconocido. La imaginación es el cómplice secreto de la existencia, a la que ayuda a corregir las erratas del libro del universo. Es el ojo de la inteligencia que ve y no se ve, pues si la viéramos al margen de sus actos pensaríamos que está enferma. Y si la imaginación enfermara, moriría la poesía. ¿Por eso tienes miedo a Acre, a la que caracterizaste como «la más antigua de las ciudades hermosas / la más hermosa de las ciudades antiguas»? Acre es el lugar de tus primeras aventuras, y de tu primer mar. Ella, ella. Sin embargo la imaginación se desprende de sus muros igual que la cal. Recorres sus oscuros pasadizos imaginando cosas imaginadas, como si pasearas por ti mismo: Aquí, dando al mar, hay una puerta que conduce a tu primera cárcel. En esta cornisa contemplaste el atardecer y las panochas amarillas en las manos de unas muchachas que caminaban muy juntas hablando de sus cosas, ¡cómo te habría gustado meterte entre ellas y contar tú también tus cosas, o ser tú la propia historia!

En Haifa, en la habitación en que la imaginación te enseñó la manera de salir de ti mismo, evitaste ponerla a prueba, te conformaste con echar un vistazo a una pluma de pájaro que colgaba de un naranjo.

¡La imaginación cayó del árbol! ¿Tenías que devolverla tú un poco… un poco a las alturas?

Dijiste: «Si la tierra no fuera redonda, seguiría caminando».

* Fátiha: Primera azora del Corán, usada a modo de oración.

Mahmud Darwix: En presencia de la ausencia (Fi hadrat al-giyab, Beirut, Riad El-Rayyes, 2006)

Traducción de Luz Gómez García

14/7/10

Nada sino luz

En la película Como dijo el poeta, de la que ya hemos hablado, la poeta libanesa Joumana Haddad lee el poema de Mahmud Darwix “Nada sino luz”.

NADA SINO LUZ

Nada sino luz.
No detuve mi caballo sino
por coger una rosa roja del
jardín de una cananea que sedujo al caballo
y se encastilló en la luz:
«No entres, no salgas»...
No entré, no salí.
Dijo: ¿Me ves?
Murmuré: Me falta, para saberlo, distinguir
entre viajero y camino,
entre canto y cantor...
Jericó se asentó, como una letra
del alfabeto, sobre su nombre,
y yo me he caído de bruces con el mío
en un cruce de significados...
Soy lo que seré mañana.
No detuve mi caballo sino
por coger una rosa roja del
jardín de una cananea que sedujo al caballo.
Y seguí en busca de mi lugar,
más alto y lejano,
aún más alto y lejano
que mi tiempo.

Mahmud Darwix: No te excuses (La ta'tadiru 'an ma fa'alta), Beirut, Riad El-Rayyes, 2004

Traducción de Luz Gómez García

8/7/10

Mona Hatoum: Kufiya


© Mona Hatoum (Human hair on cotton; 1993-1999)

2/7/10

El muro

Una enorme serpiente metálica nos estrangula. Engulle los pequeños muros que separan nuestros dormitorios, el baño, la cocina, el salón. Serpentea, en nada parecida a nuestras miradas al frente. Sube y baja, pesadilla fabricada con bloques de cemento y hierros dúctiles... con los que repta por los retazos de horizonte y las matas de menta que nos quedan. Una serpiente que busca poner sus huevos entre nuestras inspiraciones y nuestras espiraciones, para que de una vez digamos: Es tanta nuestra asfixia, que nosotros somos los forasteros. Nos miramos al espejo y lo único que vemos es que la serpiente acecha nuestro cuello. Pero forzando la vista logramos mirar por encima de ella: el cielo, lleno de los banderines y los fusiles de los ingenieros, bosteza de hastío. Y por la noche titila cuajado de estrellas que nos observan con simpatía. Vemos también, tras el muro serpiente, a los guardianes del gueto, temerosos de nuestra vida tras los pequeños muros que nos han dejado... Engrasan las armas con que matar al fénix que, creen ellos, se esconde entre nosotros, en un gallinero. Y lo único que nos queda es reírnos...

Mahmud Darwix: La huella de la mariposa (Ázar al-faracha, Beirut, Riad El-Rayyes, 2008)

Traducción de Luz Gómez García