22/10/09

Mona Hatoum: Measures of Distance

Mona Hatoum (Beirut, 1952; de familia de refugiados de Haifa) es uno de los artistas más determinantes del panorama internacional. En este vídeo, que se halla en la colección del MoMA, se mezclan las voces de una refugiada palestina del 48 que permanece en Beirut durante la guerra civil y su hija que recibe sus cartas en Londres. Darwish

16/10/09

Estreno de Checkpoint Rock. Canciones desde Palestina

El pasado mes de junio informamos del preestreno de la película de Fermín Muguruza y Javier Corcuera Checkpoint Rock. Canciones desde Palestina y anticipamos el tráiler. El documental denuncia la Ocupación y muestra las dificultades que tienen los músicos palestinos para realizar su trabajo y llevar una vida digna de tal nombre. Raperos y rockeros palestinos cantan sobre su vida perra. El hilo conductor del film es la figura de Mahmud Darwix, fallecido en el momento en que se iniciaba el rodaje, y al que los músicos palestinos rinden tributo. Se estrena hoy en cines de Madrid, Barcelona, Gerona, Bilbao, Vitoria, San Sebastián y Pamplona. Mahmud Darwish

14/10/09

Un cielo despejado y un jardín verde

El cielo despejado es un pensamiento sin ideas, como un jardín todo verde. Un poema sin otro fallo que un exceso de claridad. El cielo mendiga una nube, siquiera pasajera, que saque a la imaginación del sopor del azul. El jardín verde mendiga otro color, rojo, amarillo o lila, y chacales, para que el corazón no sepa con qué quedarse. Que todo esté en orden desalienta. El poema precisa del defecto astuto para que creamos al poeta cuando miente y escribe acerca de la perplejidad del ánimo ante un cielo despejado y un jardín verde. Pues qué necesidad hay de poesía si el poeta dice: El cielo está despejado. El jardín es verde.

Mahmud Darwix: La huella de la mariposa (Ázar al-faracha, Beirut, Riad El-Rayyes, 2008)

Traducción de Luz Gómez García Mahmud Darwish

9/10/09

Reseña de “Como la flor del almendro o allende”, por Antonio Colinas

(...) La palabra inspirada que posee, o le llega, al poeta como un don la divisamos nada más entreabrir el libro que tenemos entre las manos. Esta experiencia sugerente de abrir un libro y encontrarnos con la poesía, libre de construcciones premeditadas o de artificios engañosos, la vivimos siempre ante Mahmud Darwix (Birwa, Palestina, 1941-Houston, EE.UU, 2008). (...)

En este libro —el último que escribió— sentimos al ser humano en su máxima expresión; no sólo porque la muerte es algo que acecha en los últimos versos, sino porque el final terrible desencadena las preguntas decisivas; unas veces con dramatismo; otras, con ironía o un lirismo tierno que revela, junto a una voz contemporánea, la mejor tradición árabe, y que la traductora salva muy bien.

Antes de sumergirnos en la lectura, encontramos desveladas las claves del libro con un gran poder de síntesis en las ocho partes de que se compone: “Tú”, “Él”, “Yo”, “Ella” y las cuatro secciones de “Exilio”. Las dos primeras nos remiten a la humanidad en general. El poeta habla por los demás, por todos. En la segunda, hay una mayor presencia del entorno y circunstancias del poeta, y ese “Ella” nos remite al amor, de significación vidriosa, pues parece que amor y desamor, plenitud y amargura, ausencias y presencias, contienden en este libro por medio de anécdotas sencillas a las que sin embargo les arranca una gran tensión lírica. Las cuatro secciones de “Exilio” remiten directamente a la situación extremada del desarraigo social, máxime en un país tan distinto al de la tierra del poeta, aún sumergida en crisis y en guerras seculares. (...)

Surge la plenitud última del último amor, a través de la resonancia bíblica (“¡El amor es fuerte como la muerte!”), o de visiones del mundo cercanas a las de Cavafis (“no veremos / acercarse a los bárbaros”) o a un sabio panteísmo que me recuerda el del Pessoa de Caeiro (“El sol se ríe de nuestras bobadas”). El poeta, como debe ser, le ha dado la vuelta a la realidad; ha trascendido la realidad engañosa para ver, más allá de la muerte que acecha, la verdadera. Logra alcanzar así la palabra que salva. A veces, con poemas sobrecogedores (“No conozco a este hombre”, “No duermo para soñar”.) El grito final del libro es duro (“¡Adiós / adiós, poesía del dolor!”), pero sabemos muy bien que, antes, hombre y poeta han cumplido su misión, han dado con la palabra sabia: la que sana, y le salva, y nos salva; sabe muy bien que “lo que no se cante ahora, /esta mañana, / nunca se cantará”.

El Mundo, 9/10/09 Mahmud Darwish

7/10/09

La fuerza de la poesía

Si te preguntan por la fuerza de la poesía, di: La hierba no es tan delicada como parece. No se rompe una vez ha ocultado su sombra nimia en el secreto de la tierra. En la hierba de las piedras reside la metáfora de lo ausente que se revela sin bombo ni platillo. La hierba es una profecía espontánea que no tiene más profeta que su color, antítesis del desierto. La hierba salva al viajero de la fealdad del paisaje y de un ejército que asedia el camino hacia lo posible. La hierba es la poesía que fluye del impulso, el gozo de lo simple, la sencillez del gozo. La lengua que se allega al significado, y el significado que casa con la hospitalidad de la esperanza.

Si te preguntan: ¿Recortas el mar o esculpes la piedra?, di: Nada taja la piedra salvo el cincel del agua. Y si te preguntan por la liza entre la poesía y la muerte, mira la hierba y di sin faltar a la verdad: No hay poesía que a la hora del encuentro derrote a la muerte, sino que la aplaza, la aplaza lo justo para demostrar las bondades del canto en una fiesta que sólo ha de acabar cuando la canción se complete. Entonces el cantante caerá en manos de su cazador, al acecho detrás de la puerta. Quizá nadie se percate de su muerte mientras la canción siga de boca en boca, mientras la canten los trasnochadores. Durante ese aplazamiento, los cantantes nuevos se imaginan que la muerte duerme, hasta que se despiertan entre amapolas que les dan la bienvenida, como la estrofa inicial de una copla cananea, nunca escrita del todo por los pastores de gacelas, ocupados en ahuyentar al lobo y los chacales.

Mahmud Darwix: En presencia de la ausencia (Fi hadrat al-giyab, Beirut, Riad El-Rayyes, 2006)

Traducción de Luz Gómez García Mahmud Darwish

1/10/09

Un harapo, por Abu-l-Ala al-Maarri

Al-Maarri (973-1058), uno de los grandes poetas clásicos árabes, era uno de los poetas preferidos de Mahmud Darwix. En un pasaje del extenso poema “Niebla densa en el puente”, del libro Como la flor del almendro o allende (Valencia, Pre-Textos, 2009), Darwix reescribe un fragmento de al-Maarri. Es una buena ocasión para mostrar un poco de este poeta, casi desconocido en español. Damos a continuación ambos textos, centrados en la obsesión por la muerte. Los versos de Darwix dicen:

―Tomaré un verso de al-Maarri
y lo enmendaré:
Mi cuerpo es un sayal de polvo, ¡oh sastre
del universo, cóseme!
Escribiré: Oh creador de la muerte, ¡déjame
un rato... en paz!

El poema de al-Maarri, de una violencia verbal llena de modernidad, dice así:

UN HARAPO

Nuestro vestido, de algodón.
El vuestro, de lana.
Mas mi algodón de dignidad me viste.

Desgarráis el país
de arriba abajo
—todo por el coño y el estómago.

El que me creó me guardaba,
y a salvo me sentía de temores,
pero dije: Ojalá no me hubiera guardado.

Mi cuerpo es un harapo
cosido a la tierra.

¡Oh cóseme,
Tú que coses los mundos!

Traducción de ambos textos de Luz Gómez García Darwish