21/9/09

Sobre la traducción poética

Toda lengua tiene un sistema de signos, una estilística y una estructura gramatical particulares. Dado que en poesía la lengua no es sólo un medio o un instrumento para trasladar significados, y que el significado no precede a la construcción del poema, la traducción se enfrenta a la necesidad de trasladar al sistema de otra lengua lo que en principio no es trasladable. De ahí que el traductor no sea un mero trasladador de palabras, sino autor de su nueva trama de relaciones, que no sea un fotógrafo que saca a la luz significados, sino alguien que da cuenta de las sombras, de lo que sugieren y no de lo que dicen. De este modo, el traductor de poesía se transforma en un poeta paralelo: liberado del sistema de la lengua de partida, hace con su lengua lo que el poeta con la suya.

En este espacio de liberación, se comete una bella e inevitable traición, una traición que protege a la vez a la lengua del traductor del apego al origen y de diluirse por completo en la atmósfera de la otra lengua. Porque la poesía traducida debe conservar tanto lo humano universal, lo común en la distancia, como los indicios de que es una traducción, de que proviene de una experiencia con otras peculiaridades, que se expresa en una estructura lingüística distinta y en un marco de referencias culturales diferentes. Más que el diálogo con lo semejante y lo diverso, o la búsqueda de la riqueza y la diversidad de la experiencia poética, quizá lo que más me incita a leer poesía traducida sea que ayuda a nuestra lengua poética, a cualquier lengua, a renovar su estilística y su fraseo a partir de la experiencia de otra lengua.

Así, el traductor/creador tiene la potestad de construir y destruir. Cuántas veces hemos leído un gran poema en más de una traducción sin que sea exactamente el mismo, y no por los numerosos niveles de lectura, sino porque cada traductor modula su decurso y su respiración. El poema no pertenece sólo al poeta, sino que es también el poema del traductor/poeta exégeta. Y llegados a este punto, poco importa si es mejor o peor que el original.

Mahmud Darwix: Háirat al-aid (La perplejidad del que vuelve), Beirut, Riad El Rayyes, 2007

Traducción de Luz Gómez García Mahmud Darwish

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