Me dice George Steiner: El poeta ha de ser huésped... Yo le digo: ¡Y hospedero!
Las hojas secas, caídas de un árbol que se desnuda, son palabras en busca de un poeta hábil que las devuelva a las ramas.
Cada vez que el ritmo se esconde en la imagen, la música se hace compañera de la idea.
Sentado con Peter Brook, los pájaros de Aristófanes y de Farid al-Din al-Attar sobrevuelan nuestras cabezas en un viaje compartido hacia los límites del significado.
¿Exilio? El visitante lo añora: es la excursión del pájaro en un viaje en el que nadie pregunta: ¿Cómo te llamas? ¿Qué quieres?
En el autobús, miro la acera, y me veo sentado en la parada ¡esperando el autobús!
Fingir una difícil neutralidad, en el poema y la novela, es el único delito moral que se perdona.
Romper el ritmo, de vez en cuando, es una necesidad rítmica.
Dejo el otro lado de mi vida donde quiere quedarse. Y sigo a lo que queda de mi vida en busca de su otro lado.
Mis sensaciones brincan ante mí, llevan paraguas y caminan bajo la lluvia. Mis sensaciones son un hecho externo como la lluvia.
El viento de otoño barre la calle y me enseña el arte de reducir. De reducir lo que se escribe.
De La huella de la mariposa (Ázar al-faracha, Beirut, Riad El-Rayyes, 2008)
Traducción de Luz Gómez García
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