28/6/08

La poesía palestina no debe someterse al estado de excepción. Entrevista por Luz Gómez García

Mahmud Darwix, poeta palestino, nació en 1941 en Birwa, pequeña población de Galilea arrasada por el ejército israelí en 1948. Considerado uno de los mayores poetas árabes vivos, su obra y su vida han estado sometidas a parejas vicisitudes que las del pueblo palestino: exilio interior en Israel y exilio en Egipto, Líbano y Francia. Vinculado durante años a la dirección de la OLP, ahora vive en Ammán, retirado a un segundo plano político. La gloria le ha perseguido desde muy joven: hace unos meses, 10.000 personas se congregaron para escucharle en Beirut, y sus presuntos nuevos poemas circulan vía Internet.

LGG. Un verso suyo dice “lo que a la gente le sirve está en las palabras del poema”. En Europa, con la decadencia que vive la poesía como género de lectura, esta declaración puede sonar en exceso entusiasta.

Darwix. Me refería a mí mismo, a lo que es posible vivir, en el sentido de que las palabras del poema son el suelo del significado. Yo no defiendo una función inmediata, práctica, de la poesía, sino que su función es metafórica, no concreta y evidente.
Es cierto que la poesía sufre cierto retroceso en su relación con el lector, en Europa y fuera de ella. Es fruto de nuestra época: las rapidísimas transformaciones sociales, los medios de comunicación, la preponderancia de una lengua de consumo y la prisa que caracteriza al modo de vida moderno han abierto un abismo entre el lector y la poesía, y ésta se inclina cada vez más al aislamiento, alejándose de las preocupaciones comunes al ser humano y sumergiéndose en su yo cerrado y en el experimentalismo formal. Aunque tampoco es un fenómeno generalizable, porque en algunos países, como los árabes, la poesía sigue disfrutando de un lugar privilegiado, ha conservado una estrecha relación con el lector, que encuentra en ella un eco de sus propias dudas existenciales, lo cual hace de la poesía parte de su vida corriente, de su formación intelectual y de sus señas de identidad.

LGG. Entre los poetas árabes, usted destaca por su acusada conciencia de la función del poeta. ¿Ha influido en ello el peso que durante muchos años ha recaído sobre sus espaldas, y posiblemente aún recae, de ser a ojos de muchos el poeta nacional palestino, algo análogo a lo que a Seamus Heaney le ha ocurrido respecto al problema irlandés?

Darwix. No sé hasta qué punto semejante consideración libera del aislamiento o es una cadena más. En mi caso, se han borrado los límites entre lo personal y lo colectivo. Los referentes de mi lenguaje poético apuntan hacia la experiencia del ser humano en su totalidad, hacia los lugares compartidos. Pero yo sé muy bien que la misión del poeta es ante todo poética: ha de proteger a la lengua del avasallamiento de una actualidad siempre de paso, y renovar su vida continuamente, sin que esto contradiga la necesidad de que el poeta forme parte de una comunidad y sea testigo de su época. Porque el mundo se mueve en el poema, pero el poema no cambia el mundo o las cosas a menos que cambie su propia concepción estética. Y eso es un proceso muy lento. Nosotros amamos la poesía porque dice, en último término, lo que nos gustaría decir sobre nuestra relación con la existencia, nuestro amor a la vida, a la libertad y a la belleza. Me asusta su apreciación de que yo hablo en nombre de mi pueblo, porque me dan miedo las lecturas reductoras de mi poesía; quiero decir, me asusta que a cada símbolo se le ponga un referente nacional predeterminado: que la mujer sea la patria y la rosa la herida. Es verdad que uno no nace sino en un lugar, pero ese lugar forma parte de una existencia humana más amplia, y en él hay sitio para preguntarse por la poesía, por la patria y por la existencia.

LGG. ¿Puede un poeta palestino escribir sin que los conceptos de pueblo y Estado graviten directamente sobre su conciencia? Buena parte de la poesía palestina de las últimas décadas da muestras de que no.

Darwix. No es fácil, pero un poeta verdadero, al escribir, debe hallarse libre de cualquier condicionamiento, incluida la conciencia de su papel, de manera que pueda moverse inevitable y automáticamente hacia la poesía. Pero esta no-conciencia no se sustenta en la nada, sino que hay un medio cultural y personal que la constriñe, y un pensamiento que conduce al poema, igual que el poema nos devuelve al pensamiento por otros derroteros. Digo esto para situar al poeta palestino dentro de un marco general, para no hacerle siempre esclavo de sus circunstancias particulares. Soy especialmente susceptible a esa especificidad cuyo objetivo no es otro que encarcelar al poeta en una tipología opresiva que parece no acabar nunca. Porque al margen de sus condiciones nacionales, el pueblo palestino tiene su propia vida, constituida por las vidas de individuos que tienen sus dudas existenciales y metafísicas, como todos, y sus preocupaciones estéticas. En otras palabras: no quiero que la poesía palestina esté sometida a las exigencias del estado de excepción. ¿Es esto posible? Es una aspiración enormemente difícil y compleja. Y forma parte de nuestra búsqueda de una vida normal en circunstancias totalmente anormales.

LGG. ¿Qué papel cumple en su obra El fénix mortal?

Darwix. No me fío mucho de lo que los poetas afirman de su poesía… Aun así, diría que éste es el libro que más se cerca a mí mismo, porque contiene rasgos autobiográficos de doble signo: históricos y literarios; en él he sintetizado mi infancia y mi experiencia poética, mi trayectoria estilística y rítmica, para que cristalizaran en un canto épico.

LGG. Usted es un experimentador constante de las posibilidades rítmicas y melódicas de la lengua árabe. ¿Hasta qué punto eso obedece a una inmersión en la propia tradición o a un conocimiento de tradiciones ajenas?

Darwix. Quizá yo sea uno de los poetas contemporáneos más fieles al concepto de ritmo árabe, pues no concibo una verdadera modernidad poética que rompa con los valores estéticos y la riqueza rítmica de nuestra lengua. En la tradición árabe se pueden hallar enormes posibilidades de desarrollo de un modelo rítmico moderno, que dé respuesta al tono de la vida actual, que se abra, por ejemplo, a la poeticidad de la prosa, como ha hecho la poesía moderna occidental.

LGG. El uso de la mitología es muy variado en El fénix mortal. ¿Con qué fin entabla este diálogo con el pasado?

Darwix. La poesía siempre tiende a recordar el pasado, a buscar su incógnita primera. Es así como alcanza lo más lejano. Casi me atrevería a decir que el futuro de la poesía pasa por dejar expedito el camino del pasado, pues el presente huye arrasándolo todo. En cuanto a mí mismo, puede que aúne la lucha por mi derecho a tener un lugar y un futuro con la lucha por la legitimidad de mi existencia en el pasado de este lugar, Palestina. Porque la teoría sionista del otro pretende monopolizar Palestina y su pasado vaciando el tiempo de carga histórica, en el sentido de que la realidad actual de la existencia de Israel pretende ser la extensión natural de la presencia histórica judía en Palestina, que, en su discurso ideológico, ha estado al margen del individuo y de la historia a lo largo de tres mil años. De tal manera que es la presencia árabe en Palestina la que se convierte en ocupación. Pero yo, que no he nacido en otro lugar, ni tengo otra infancia fuera de Palestina, me considero producto de las muchas civilizaciones de las que ha sido testigo esta tierra, desde los cananeos hasta hoy. Por eso, cuando escribí una especie de autobiografía en El fénix mortal, intentando relatar mi viaje constitutivo, recurrí a los mitos de esta tierra partiendo de su realidad histórica, tanto para proteger mi propia realidad de lo mitológico como para conquistar la realidad y la mitología, para ser parte de la historia y dejar constancia de qué ha hecho la historia de mí.

LGG. Usted ha dialogado con la tradición cultural judía, de hecho es un buen conocedor de la lengua hebrea, ¿qué es lo más le ha atraído de esa tradición?

Darwix. La fuerza de la Torá es la fuerza de la escritura literaria; no es un texto histórico, y en Israel los historiadores ya están empezando a cuestionarse la validez del uso de este texto como fuente para el estudio de la historia de Palestina. De esta gran obra me atraen las dudas existenciales que expresa la figura de Job, el Salomón del Eclesiastés y la musicalidad pastoril de El cantar de los cantares.

LGG. ¿Cree que un movimiento análogo de apertura a la tradición árabe literaria se ha producido en Israel?

Darwix. No soy ningún experto en literatura hebrea, pero es bien sabido que los escritores israelíes de cultura árabe, los sefardíes, no ocupan un lugar destacado en el panorama literario israelí. Los grandes escritores son de origen askenazi, y no parece que tengan el menor interés por la cultura árabe que les rodea, ni saben árabe.

LGG. Usted ve a Palestina como una metáfora del destino humano... Hace poco David Grossman afirmaba en este mismo periódico que Israel no es un Estado como los demás, que parece más un símbolo que otra cosa, y que eso le impide actuar como un Estado verdadero y llegar, por añadidura, a un acuerdo digno con Palestina. ¿No son demasiadas metáforas?

Darwix. La poesía no es posible sin metáforas, y la metáfora es el significado del significado. Pero hacer de la política una metáfora es querer matar el significado. Ver el Estado de Israel como un símbolo (no sé de qué, la verdad) es intentar liberarle de su responsabilidad como Estado y de su sometimiento a la legalidad internacional.

El País, 2/12/00

No hay comentarios: